CAPÍTULO IV

 Capítulo IV: El Hombre Salvaje busca una Esposa


El hombre salvaje busca una compañera que se le iguale, y la mujer salvaje anhela un compañero que comprenda su naturaleza. A menudo, los hombres tienen dificultades para entender que las mujeres desean ejercer soberanía sobre sus propias vidas. Aquellos que se esfuerzan en comprender la naturaleza femenina serán eternamente compañeros y amantes de la mujer salvaje.


Manawee

Manawee, un hombre que deseaba casarse con dos hermanas gemelas, se enfrentó al reto de adivinar sus nombres, impuesto por el padre de las jóvenes. Tras varios intentos fallidos, su perro, en una visita a la casa de las hermanas, logró escuchar los nombres. Sin embargo, el perro se distrajo y olvidó los nombres en dos ocasiones. Finalmente, decidió concentrarse y volvió a escuchar los nombres. De camino a casa, fue atacado por un desconocido que quería los nombres, pero el perro logró escapar y reveló los nombres a Manawee. Agradecido, Manawee fue a la casa de las jóvenes, dijo sus nombres y pudo casarse con ellas. Vivieron felices junto con el perro durante muchos años.


La Adquisición de la Fiereza


En el cuento de Manawee, un desconocido atacó al perro exigiéndole los nombres de las jóvenes. Este desconocido no valoraba la dualidad ni las mejores cualidades de la psique femenina; veía lo femenino como una simple posesión. El perro, defendiendo su conocimiento, logró escapar. En la vida, cuando enfrentamos incidentes, errores verbales o circunstancias extrañas que intentan hacernos olvidar nuestra esencia, siempre hay algo en nuestra psique que lucha por mantener nuestro conocimiento de lo femenino salvaje. Después de la batalla, el perro no había perdido los nombres, demostrando que la lucha era por el conocimiento del espíritu femenino.


La Mujer Interior

A veces, las mujeres se sienten frustradas esperando que sus compañeros las comprendan. Si una mujer desea que su compañero responda a su dualidad, debe enseñarle este secreto. Para ello, debe hacerle dos preguntas aparentemente simples: "¿Qué es lo que quieres?" y "¿Qué es lo que quiere tu yo profundo?". Para amar verdaderamente a una mujer, el hombre debe amar también su naturaleza indómita. Si la mujer acepta a un compañero que no puede amar su faceta salvaje, sentirá que le falta algo y estará insatisfecha. La tarea del hombre es descubrir los verdaderos nombres de la mujer, no para ejercer poder sobre ella, sino para comprender y apreciar la esencia numinosa de su ser, dejándose sorprender y, a veces, incluso asustar por ella.

Mientras una de las naturalezas de la mujer puede llamarse Vida, su hermana gemela es la fuerza llamada Muerte. La fuerza de la Muerte es una de las dos púas del tenedor magnético de la naturaleza salvaje. Aprender a nombrar ambas naturalezas lleva inevitablemente a enfrentar la cruda realidad de la Muerte, comprendiendo así la totalidad del espíritu femenino.

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